Los resultados del 9 de marzo no pueden sino interpretarse de forma negativa por parte de cualquier persona de izquierdas.
Sólo mirando los resultados como si de una competición deportiva se tratara podríamos sacar la lectura positiva de la derrota del PP. Pero con un poco más de perspectiva veremos que las tendencias son muy preocupantes: es la primera vez desde 1977 que un Gobierno vive unas elecciones críticas[1] tras su primera legislatura. No solo eso, sino que el PP ha sido la segunda fuerza política prácticamente con el mismo número de votos que logró la mayoría absoluta en 2000. El PP ha logrado recuperar 400.000 votos tras una legislatura en la que ha realizado una oposición ultramontana y estridente, que podría pensarse que debería haber alejado al votante más moderado. No ha sido así, y el saldo es una levísima mejora de los socialistas, que no viene a recoger los centenares de miles de votos perdidos por otras fuerzas a su izquierda.La realidad muestra que si Zapatero quiere asegurarse un pacto estable para la presente legislatura sólo lo podrá hacer con la derecha nacionalista. Y eso permite vislumbrar un gobierno más dócil con la derecha y menos dispuesto a batirse (si alguna vez lo estuvo) el cobre con sus poderes fácticos. Y ya sabemos lo que eso significa.
Dichos resultados sitúan a IU ante una reflexión profunda que debemos evitar afrontar desde perspectivas que pueden explicar la situación en parte pero no en toda su complejidad.
En ese sentido, nos preocupan los análisis que sobredimensionan algunos factores concretos, como pueden ser:
Dichos resultados sitúan a IU ante una reflexión profunda que debemos evitar afrontar desde perspectivas que pueden explicar la situación en parte pero no en toda su complejidad.
En ese sentido, nos preocupan los análisis que sobredimensionan algunos factores concretos, como pueden ser:
- La influencia de condicionantes externos: no podemos caer en la autocomplacencia ni en el victimismo. Culminamos un ciclo de pérdida continuada de apoyo social en el que debemos asumir nuestra responsabilidad.
- Los errores propios más recientes: habrá que revisar y hacer balance, sin duda, de la línea política aprobada en la VIII Asamblea y de nuestro trabajo parlamentario, pero no podemos explicar con ello un fenómeno del que los resultados de 2008 solo son un colofón.
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